jueves, 24 de noviembre de 2011

A veces pienso que soy Mark Knopfler

No hay nada comparable a las caras que pone Mark Knopfler en sus conciertos a partir de los 90, cuando adquiere ese rol de hombre experimentado y azotado por tantas tormentas, ese hombre cansado de la guerra, que habla del amor como de un lejano juego al que nunca supo ganar la partida...   Esos ojos que suele poner cuando toca "Romeo and Juliet", cuando le toca cantar "And all I do is miss you and the way we used to be; and all I do is keep the beat bad company", esos párpados cansados en los que se revela que en el momento en que pronuncia tales palabras no puede evitar tener en su mente a saber qué recuerdo, a saber a qué mujer, algo que sólo el conoce, pero que todos podemos experimentar con nuestros propios recuerdos. Los ojos de eso hombre reflejan a la perfección lo que sólo siente alguien de su edad que, como se puede comprobar en su trayectoria y en los conciertos, se encuentra ya muy lejos de las cosas de las que habla, y se ve que lo hace casi por obligación, porque la letra lo dicta y así está organizado. Imagino a ese hombre componiendo sus canciones a solas en su cuarto, con un paquete de cigarrillos sobre la mesa, uno de pañuelos sobre la cama, y un bloc de notas sobre las piernas. Nada es comparable cuando llega el instante en que se le quiebra la voz y parece que los sentimientos no quieren salir de su boca, que quieren quedarse para siempre encerrados en ese corazón roto, en esa guitarra perfecta pero salpicada de la desdicha de quien la toca, esos dedos hábiles pero inmóviles ante el pánico de lo que se ha perdido, de lo que queda por perder, de lo que ya no queda por ganar. A veces pienso que soy Mark Knopfler. Después me despierto.

Papá, sube la música. Hoy no quiero pensar más.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Para mí sólo es 20 de noviembre

Que haya ganado las elecciones ese paleto si currículo me la pela, allá ellos y el resto de ignorantes y miedicas que han votado a otro conjunto de engañabobos y enfermos.
Para mí sólo es veinte de noviembre porque sí. Sólo es el día siguiente a esa quedada Rutilófila tan especial en la que conocí a Jotapé y otros tantos YouTubers y Vloggers tan guays. Un domingo en el que no he hecho más que vaguear, vaguear, estudiar y crear mi nuevo Vlog. Un domingo poco aprovechado, pero no tan malo. A partir de hoy toca estudiar como un desesperado, estudiar y más estudiar. Ah, y escuchar Amaral hasta que me sangren los oídos, que de algo tendrá que servir que sean el mejor grupo español después de Los Secretos, y sólo por cuestiones cronológicas, que aquí la represión se ha quedado en la cabeza de unos pocos.
Todavía sigo escuchando con cierta amargura, y a la vez una extraña alegría esos acordes iniciales de aquella canción tan significativa que me trae recuerdos de aquellos años, del 2003 en adelante. Nunca olvidaré esas teclas de órgano eléctrico tocadas por Enrique Mavilla, ni sus correspondientes golpes de Juan a golpe de Strato de los noventa.
Vale, creo que los Philip Morris me están empezando a gustar, pero no me haré mucho caso, creo que es cosa de la música. Ale, a hincar los codos otro rato.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Mes de Noviembre y CBMSO

Este blog está empezando a ser leído por una cantidad de personas cada vez mayor, entre las cuales, cada vez, hay más de ellas que no pueden saber cierto tipo de cosas, salvo las de entradas anteriores que, por estar un poco más desfasadas que las actuales, carecen de mayor importancia.


Dicho esto, abandonando ya ese lenguaje tan asqueroso que utilizan en las multas de tráfico, viene la entrada.
Qué mes de noviembre tan perfecto! Creo que el más bonito que he pasado en toda mi vida, y todo gracias a una persona...  pero como dice el textito de ahí arriba, hay cosas que no se pueden contar, así que ya sabes, persona más importante de mi vida, va por ti.
Algo reciente que me llamó mucho la atención fue mi visita al CBMSO (Centro de Biología Molecular Severo Ochoa), en Madrid, pero no por una visita programada ni nada de eso, si no para asistir a la entrega de unos premios de narrativa juvenil sobre ciencia de un concurso en el que mi compañero de clase y yo habíamos resultado estar entre los cinco finalistas que optaban a los premios; estos eran tres, el primero y más goloso, un iPad2. Yo me llevé el tercero, un lote de libros de divulgación, escritos por el portavoz de la conferencia que precedió a la entrega, un tío que casualmente me encantó. El primer premio se lo llevó una chica que había venido desde Almería.

Después nos ofrecieron una visita guiada por el Centro, por todos los laboratorios y salas de experimentación del edificio. Por lo visto el CBM pertenece al CSIC y a la Universidad Autónoma de Madrid, por lo que su financiación se realiza con fondos públicos en su mayoría, algo que me extrañó muchísimo al ver las infraestructuras y los recursos de los que disfrutaban los investigadores que trabajaban allí. Todo era perfecto; el diseño, la organización, la limpieza, la calidad de los materiales, la formación del personal, la reputación, la historia, ¡todo! Aquello era digno de película europea de alto nivel, pero, para ser más real, era un edificio sacado de alguna utopía, a pocos kilómetros de mi ciudad, por la carretera de Colmenar. Acojonante.
Y..  bueno, más allá de mi sorpresa, fue una experiencia preciosa de principio a fin; muy formal todo, eso sí, pero muy agradable, la llegada al lugar, el recibimiento, las conversaciones, la conferencia, la entrega de premios, la guía, la despedida...  todo el mundo sabía comportarse, todos cumplían con su deber, algo que en el mundo de barrio y de falta de recursos en el que estoy acostumbrado a vivir, no hay. A veces me darían ganas de pertenecer a algo relacionado con un lugar de trabajo como ese. De hecho, una de las representantes del concurso me comentó personalmente que le gustó mi forma de escribir y que, si escribía artículos sobre ciencia, alomejor me los publicaba en la página del CBM, la correspondiente a divulgación y cultura. Y con eso o sin nada, me fui feliz, por saber que existe algo así, por el trato recibido.


Parece que este mes todo el mundo está colaborando para que noviembre, entre el año pasado y éste, se convierta en mi mes preferido.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Mamá, no quiero estudiar.

No quiero perder el tiempo haciendo esa mierda. Qué coño me importan los textos de latín y la biografía de Aristóteles; qué cojones me aporta saber distinguir una yuxtaposición y un complemento agente en una oración compuesta, qué me importa a mí si los fenicios comerciaban con bronce o con alpargatas. Las únicas asignaturas útiles son inglés y economía. Sí, me cambié de ciencias en primero de bachillerato a letras en segundo, soy un kamikaze.
No quiero que me juzgues por la nota de un examen que me he estado preparando cuatro horas, si el único esfuerzo mental que haces a lo largo del día es decidir lo que hay de cenar. No quiero emplear mi tiempo en intentar demostrar que sé hacer lo que el noventa por ciento de la población puede hacer en mi lugar. No quiero pertenecer a un sistema utilitarista en el que todos somos igual de inútiles para la misma tarea, en el que no tenemos personalidad (o al menos nadie nos la ha pedido), no quiero tirarme media vida trabajando sin remuneración para luego no comerme un rosco, sabiendo que con un currículum vacío en el que no tienes ni el bachiller puedes llegar al congreso de los diputados y votar por leyes en función de lo que los prejuicios de tus abuelos te han enseñado, sabiendo que por ir unos meses al gimnasio, ponerme una camiseta ajustada y meterme en una mierda de programa de Telecinco para alimentar toda la mierda con la que están vaciando el poco cerebro que nos queda en España, puedo ganar más dinero en un año que en toda una vida dedicándome a trabajar por algo realmente constructivo. Me niego a que lo que realmente me hace feliz, lo que realmente me hace sentir que soy alguien con talento, es decir, tocar la guitarra e intentar emocionar a alguien con una canción en YouTube, me niego a que eso no sirva para nada, esté considerado como una pérdida de tiempo y encima me lo impidas con la excusa de que hago ruido, cuando la única verdad es que tal hecho te molesta porque no encaja en tu plan cuadriculado de lo que crees que debería hacer con mi vida, que no es tuya, es mía, sólo porque en la tuya cometiste los suficientes errores como para seguir a los cuarenta años con la cabeza vacía y la nómina temblando cada mes, porque los políticos también te comieron a ti la cabeza, tu cultura también te arrastró a la ruina y tu falta de previsión te llevaron a este presente en el que intentas consolarte, como la mayoría de las madres como tú, diseñando mi vida, haciéndote creer que me haces un favor y que me proteges, cuando lo único que haces es alejarte de mí y del presente, que exige muchísimo más que un plan predeterminado de alguien que ni si quiera se atreve a salir con el coche a más de diez kilómetros de la ciudad, ¡por favor!  Yo tengo algo que a ti no te pidieron: ideas propias. Creatividad.
Y esa idea no me la va a cambiar nadie.
Mamá, no quiero estudiar.