miércoles, 29 de febrero de 2012

It's too cold outside

Hiperventilaciones, ansiedades, pastillas, cigarrillos, cafés, cervezas, pajas, llamadas, lágrimas, golpes, sollozos, gritos, silencios...  sobre todo silencios. Demasiados silencios tan escandalosos de oídos para dentro. La doble decepción de no poder hacer feliz a alguien, porque ya no tienes lo necesario para hacerlo, y que te sigan doliendo las faltas y las carencias que sufriste en momentos en que otras personas tampoco disponían de lo necesario para hacerte feliz a ti. Te das cuenta de que lo que has creado es más grande que tú, y ya no puedes controlarlo, no puedes albergar sus dimensiones y su poder, y te retiras ahora, que tus fuerzas han dejado de comparables a las suyas, ahora que voláis a diferente altura y a diferente velocidad. Te retiras con ese inmerecido pero inevitable sentimiento de cobardía, de resignación por los propios deseos y las propias incapacidades, no se sabe si innatas o inducidas, pero al fin y al cabo presentes y decisivas en todo este juego, porque realmente, no es más que un juego en el que o se gana mucho o se pierde mucho. Vuelves a descubrir que hay cosas bonitas que no quieres volver a vivir jamás, porque si las vuelves a experimentar, recordarás de primera mano aquel tiempo en que fueron mucho más perfectas, y te dolerá tanto como si tu vida girara en torno al mismo fuego, que te quema hasta que no te importa seguir tocándolo. Y para eso, cómo no, siguen estando las putas notas de una melodía de una determinada canción, cada cual para su momento y época en tu vida, que te recuerdan y te hacen imaginar al mismo tiempo cómo han sido las cosas, cómo pudieron haber sido...  y cómo no serán nunca.

martes, 7 de febrero de 2012

Delirios de un neurótico

Resulta extraño intentar clasificar el tipo de sentimientos que inspiran tales malos gestos, cada vez mayores, cada vez más desmedidos, hasta el punto en que una persona te hace dudar de su propia identidad, de la tuya, de dónde coño habías sacado expectativas tan grandes que han caído tan a plomo, más bajo si cabe, de lo que está escrito en las leyes de lo posible. Resultaría absurdo, o probablemente vergonzoso por lo que alguien ha intentado que pienses de ti, pretender reflejar en cualquier tipo de expresión pretenciosamente artística cualquier resquicio de la rabia que aún te queda, rabia que en su día fue un intento frustrado de canalizar ese puto amor que no sabes dónde meter, pero que, a partir de ciertos indicios, cada vez estás más seguro de dónde no lo vas a meter. Y no es el desprecio lo que más te jode. Es el hecho de pensar que hay cierto malentendido en algún lugar, y eso, alimentado por el desdén y la indiferencia de quien no merece a estas alturas ser citado, hace que hayas perdido todas las ganas de volver a defenderte, porque abandonaste la guerra, aun mucho después de que dejara de merecer la pena estar en ella. Y ahora, menos que nunca, lo merece. Sólo quedan las ascuas medio apagadas de un fuego que, a día de hoy, empiezas a dudar si alguna vez existió, porque lo único que puedes recuperar de él son recuerdos amargos y residuos químicos muy desagradables, casi mortuorios, de lo que separó tu imaginación de tu esperanza, tu fortaleza de tu ilusión, y lo más grave, tu dignidad de tu orgullo.
Y sin embargo, en cierto modo, podrías llegar a reconocer el lado positivo de algo tan destructivo a priori, pues además de la tranquilidad individual de quien se deshace de una gran carga, por necesidad propia y ajena, con esfuerzo propio y ayuda no solicitada, has logrado desprenderte de los únicos reparos que podrían, en otro caso, herirte tras ese desgarro, tan violento y tan silencioso al mismo tiempo, tan repentino y, queriéndolo o sin quererlo, tan esperado, tan agónico. No es rabia lo que te queda. Es frustración por haberte visto como te viste, durante tanto tiempo. Frustración por no haber sabido cómo iba a acabar todo, pues de haberlo sabido, el mes de abril habría diferido en algo mucho más productivo, y por qué no decirlo, infinitamente más sano.
Tú, que nunca quisiste aceptar que todos los demás fueran tan egoístas y necios por alguna oculta razón común que te negabas a descubrir, ahora la has descubierto. Ahora es cuando sucede el dilema de si, como sería esperado, resignarte a pertenecer a esa parte que tiene su razón común y más que justa para ser lo que nadie va a cuestionar, o seguir luchando en contra de la corriente, en contra de los tiempos, incluso en contra de tu propia conveniencia.

domingo, 5 de febrero de 2012

Ciencia ficción

Imaginación, pensamientos, intenciones, deseos, resignaciones, logros que sólo provocan más deseos, necesidades, carencias, objetivos, incomodidades, ansiedad. La excitación que puede producir una determinada canción a raíz de los pensamientos que inspira cada estrofa, cada composición de acordes, cada cambio de octava, cada melodía, la posibilidad perfecta de hacer coincidir el final del estribillo con un orgasmo no fingido, de hacer coincidir con una mirada intencionada ese susurro que se asoma tras las sombras del bajo y la guitarra, el deseo de especular con los deseos igual que las películas de ciencia ficción, pues la experiencia ha hecho posible aprender que el futuro, cuando llega, suele ser infinitamente mejor que como ha sido planteado en muchas películas futuristas. Esperar que suceda lo mismo y, como ha sucedido otras veces, suponer que esos deseos se van a quedar pequeños cuando llegue ese futuro especulado y muestre su grandiosidad en comparación con los frutos de una imaginación frustrada y un deseo corrompido por la resignación de lo que no se ha recibido en los momentos puros de necesidad.