domingo, 9 de septiembre de 2012

Wheels move again

Parece que las madrugadas hasta altas horas de la oscuridad o incluso hasta la salida del sol se convierten en un hábito, una costumbre ya completamente arraigada en el comportamiento de lo que intentas definir como aquello que crees ser. Viejas glorias del rock en los altavoces, como siempre, o mejor dicho, para siempre. Las cosas cambias, todo se vuelve diferente ahí fuera, y puede que también lo haga aquí dentro, en tus textos, en tu cabeza, en tus dibujos, en tus deseos, pero la forma de reflejar todo ello sigue y parece que seguirá siendo la misma, o al menos no cambiará demasiado. Es uno de los minúsculos alivios que aparecen en lo que se podrían considerar como primeras costumbres reconocidas en los pocos años de vida que quedan a tu espalda, una peculiar forma de establecer una base para tu identidad, un mínimo del que no podrás bajar, aunque tú o alguien ajeno lo intente. Sin embargo, hay otros aspectos que se han vuelto más ambiciosos, más elaborados, más rodados. Quedan atrás algunos deseos de hace no mucho tiempo, las sensaciones de agobio, de arresto emocional entre los límites de momentos anteriores; ahora comienzan a aparecer otras perspectivas de lo que debería ser de otra forma, de lo que ya ha sido y por tanto debe evolucionar, aunque esto nunca ha dejado de suceder, pero puede que el hecho en sí llevara algunos meses estancado, repetido, monotonizado hasta el punto de no ser capaz de ofrecer otra alternativa para el futuro. Durante un tiempo tu imaginación parecía haberse detenido, tus esperanzas por cambios y novedades parecían haberse atrofiado en lo que para un animal deja de ser su mundo conocido para convertirse finalmente en una falta incluso de curiosidad por saber si existe algo más allá de lo que uno espera, que no es otra cosa que una evolución hipotética muy limitada de lo que ya se conoce. En este último sentido existen personas que, debido precisamente a estas limitaciones cognitivas, y no sólo la falta de curiosidad, sino al miedo a la novedad, a lo desconocido, no sólo ven detenida su evolución imaginativa y sus expectativas, sino que además se encargan activamente de limitar todo esto mucho más allá de lo que es natural, y crean mecanismos artificiales y muy personalizados de defensa contra todo aquello que les pueda aportar conocimientos, experiencias (y lo que es más peligroso de cara a sus miedos) y deseos que pueden no haber conocido antes. Y con este último ejemplo creo que está de más hacer cualquier alusión más explícita al tipo de personas a las que me refiero.

Bienvenidos a septiembre.