miércoles, 20 de agosto de 2014

"España"

"España" como síimbolo de abandono, de vileza, de injusticia. Referente mundial de la corrupción y el "pan y circo", que de eso no nos falta ni nos faltará. Que nos basta con un buen chorizo, tortilla o paella de turno (o lo que sea más propio de la región) y un montón de partidos de fútbol cada semana (y de basket, y de tenis, y carreras, y su abuela en vinagre), o en su defecto, cualquier telemierda barata creada por analfabetos de pocas aspiraciones a quienes una cadena televisiva (a estas alturas una multinacional más) ha elegido como bufones a sueldo para entretener y controlar a una masa humana cada vez más borrega y menos humana.
España, el lugar por antonomasia de los ignorantes, de los vagos, que no hacen porque no saben, no saben porque no quieren aprender, y no aprenden porque la PlayStation y los Deportes virales debe ser que le quitan demasiado tiempo y energía intelectual a uno, como para desperdiciarlos leyendo libros o buscando soluciones a nuestros problemas, cuando es más sencillo culpar al de al lado (y si es posible, evitar a toda costa que logre algo, ya sea a base de impedimentos y desánimos o con críticas e insultos en excesiva abundancia, que eso también calma nuestra frustración y nuestra envidia) y, cómo no, darle a la botella (si no a otras cosas más fuertes y enajenantes), que lo que buscamos no es solucionar el problema, como digo, sino ignorarlo durante el mayor tiempo posible, lo cual, en la mayoría de los casos, nos lleva toda la vida.
España, en definitiva, ese lugar esperpéntico y desastroso en el que la gente no tiene porque no se lo merece, o mejor dicho, tiene exactamente lo que se merece y se ha ganado a pulso.
No os preocupéis, ya estoy haciendo la maleta.

El placer de viajar solo

Viajar sin compañía, o entre desconocidos, que en cuanto a conversación viene a ser lo mismo, es una manera particular de agarrarme a mí mismo, de asimilar lo que soy, de perdonarme por lo que no soy. Un gran libro para los tramos mansos de autovía y música selecta, de entre lo más profundo de mis afecciones, para las curvas y los puertos. Quizá demasiado selecta, tal vez demasiado profundo. Observar los paisajes en movimiento, el asfalto a toda velocidad, la risa de la rubia inquieta del asiento de delante, y entre todo ello, reflexionar sobre la relación entre el espacio y el tiempo en todas sus concepciones compone una melodía circunstancial que en otras ocasiones añoro; reafirma de un modo explícito mi falta de raíces, o el desapego que siento hacia las que pueda tener. Hoy he vuelto a salir de Madrid, y algún día lo haré por mucho tiempo. Una ciudad caprichosa que no me ha tratado bien, pensaré. Mientras tanto, me quedan estos viajes de catarsis agridulce, en los que hablo del placer de viajar solo porque de alguna manera habrá que dar sentido a la soledad en tierra; porque quizá la compañía que yo deseo no está a mi alcance.