jueves, 15 de marzo de 2012

Un niño

Cuándo acabará la guerra. Puede que nunca. This is just another season. Another fuckin' one. Cuando sólo queda la sensación de que todo se ha perdido, o se ha ganado y no queda nada más por hacer, no parece haber, sin embargo, nada más que dudas y preguntas acerca de lo que se puede esperar, no ya del futuro, sino del presente. Anda uno sumido en ese limbo de sensaciones, debatiéndose entre la esperanza y la desolación, pues dicen que el corazón es como un niño: espera lo que desea. Y no sé si será siempre cierto, pero por lo visto los deseos de los niños, sus deseos más profundos y sinceros, no son otra cosa que algo justo, más o menos ambicioso, pero siempre justo. Y muchos dejan de ser niños en cuanto pierden la sinceridad de esos deseos, su legitimidad, su justicia. Eso se debe a que son contaminados con morales, cada cual de su cultura, con sus mierdas, sus prejuicios y sus frustraciones, que no hacen otra cosa que eliminar su moral inicial y meterles una corrompida por la suma de errores de toda la sociedad que les ha precedido. Por eso yo todavía me considero un niño. Porque yo no baso mi moral en vagas ideas que me han dado hechas y masticadas. Yo no baso mis juicios en teorías escritas por infelices y desamparados que han perdido el amor por su propia vida. Mi justicia todavía sigue intacta, y con ella mi deseo, supongo que más profundo que cualquier otra cosa, todavía justo, todavía esperado, porque yo aún, por suerte o por desgracia, espero lo que deseo, y deseo lo que es justo. Y si no lo es, que no se cumpla.