jueves, 11 de julio de 2013

Debilidad Onírica

No sabes si es porque tiene la mirada que tus sueños llevaban buscando toda la vida o porque aún no asimilas lo que sientes al recordar su voz, hermosa y frágil en la lejanía de aquella última conversación desvanecida en la timidez más adictiva que ha conocido tu existir; por algún extraño, doloroso y dulce motivo, se ha convertido, sin haberlo intuido, en tu Debilidad Onírica más tenaz, probablemente la definitiva. No importan las expectativas rotas que puedan quedar al final de la línea del tiempo, ni lo que las caprichosas e indomables circunstancias hagan brillar mientras el olvido fracasa en su intento frustrado de quitarte lo más bello que han visto tus arrastrados ojos. En ocasiones se vuelve insoportablemente difícil intentar ir por libre, leer un libro, escribir cualquier cosa, o simplemente disfrutar de las vistas de la ciudad desde lo lejos, porque siempre aparece ella, cada pocos minutos, en ese sentimiento de admiración tan arrebatador que ni si quiera te deja espacio para pensar, porque al final acabas siempre sumido en el mismo perfume, y la piensas, y dejas de pensar, y la escuchas en tu mirada, y dejas de huir de tus miedos más vacíos, ya no duermes, ni despiertas, porque ella te ha robado el sueño y te ha robado los días, y sin haber compartido apenas tiempo con su realidad, comparte ella contigo los gustos más efímeros por lo que nadie conoce, y tu mente sobrevuela sus palabras desde la perspectiva de lo imaginario, y dejas de perseguirla, ella deja de huir, y la pintas, y te mira desde el fondo del lienzo, te observa, y te piensa aunque tú no lo sepas, y vuelve a impregnarse en tus ojos allá donde vayas, y su timidez embaucadora vuelve a adueñarse de toda tu inspiración. Ahora ella es tu musa, y no dejará de serlo mientras la sigas viendo en el fondo del vaso después de dar cada último trago. Y al final te duele haber descubierto la simple idea de que alguien tan fugaz haya logrado transgredir los límites de tu conciencia, tan pretenciosamente solitaria e independiente, que termina en ella y se rompe sobre sí misma dándote a entender que no te importa haber querido siempre estar solo, pues te das cuenta de que con ella pasarías la vida entera, y tendrías a los hijos más queridos del mundo celebrando sus cumpleaños en esa ciudad tan cinematográfica, y escribirías los guiones de tus películas sobre la esencia de su inspiración. Arruina todos tus planes y los reduce a un amor platónico tan lejano y a la vez tan intenso que tu vida sigue ralentizada en cada verso de sus ojos tímidos, que cada vez que los miras descubres tras ellos ese silencioso deseo de complicidad que aún no has conseguido descifrar. Y en última instancia, lo que más te reafirma en tu incuestionable admiración es el recuerdo de aquellas palabras, pronunciadas por quien mejor te conoce, al ver una foto suya: "Es muy tú". ¿Qué duda puede quedar después de eso?