domingo, 11 de julio de 2010

Etimología del insomnio

(Entre tanta "psicología" y tantas pajas mentales, pongo aquí un texto algo más literario...)

Daré otro trago a esta botella de ginebra que tengo sobre la mesa. Está asquerosa, y el que diga lo contrario, es un alcohólico. No he bebido cafeína en todo el día, ni una coca-cola. Hoy me he levantado a las siete de la mañana, a pesar de que era sábado. Ahora son las tres de la madrugada, veinte horas después. En los días anteriores he dormido poco, y ahora mismo me convendría tirarme sobre la cama y descansar hasta que los rayos del sol me vuelvan a despertar. Hace calor y yo aquí bebiendo alcohol. Me suda el trasero, me suda el pecho, me sudan las manos, los dedos, los ojos. Las gotas de sudor se deslizan por mi cara tras abandonar unos ojos que no sé si lloran por el sueño que tengo o porque estoy escuchando a Coldplay ("lights will guide you home..."), diciéndome que todo saldrá bien y que él estará cuando yo no pueda seguir sin ayuda. Lo que olvida es que yo no soy una chica con la que se puede acostar. Aunque posiblemente ese sea el encanto de Coldplay, que sus canciones te hacen pensar, seas quien seas, que tú también eres una chica que necesita muestras de consuelo y masculinidad.
Las gotas saladas llegan hasta mis labios. Eso me encanta. Es agradable sentir el agua de uno mismo, el sabor salado que generan los ojos de uno mismo, es como un auto-beso mojado. Un auto beso que nadie más te podrá dar. Un amor hacia uno mismo que nunca será comparable con un amor procedente de alguien ajeno. Esa sensación de auto amor es la que te dice que eres fiel a tus principios aunque nadie más esté de acuerdo. Es la que te dice que sigues perteneciendo a algo, aunque ese algo sólo sea tu pensamiento. Me duele el cuello, me duele la cabeza y mi presión sanguínea me va a reventar las cervicales de un momento a otro. Debería dormir ya. Debería adoptar inmediatamente una posición horizontal con la que relajarme y acomodarme, pero no puedo. No quiero. Es extraño esto. Prefiero seguir despierto hasta donde me aguante el cuerpo, que dormirme y despedirme del hoy de hoy, para no saber cómo enfrentarme mañana al mañana, sabiendo que lo que hoy está en mi poder, "estuvo" ayer en mi poder, el cual no podré recuperar. Sé que el momento actual se perderá igualmente, pero al menos quiero conservar hasta donde me sea posible esa sensación de poder. Igual que la frase de "algún día nos reiremos de esto". Pues bien, no quiero que llegue ese día, porque todavía estamos en "esto", y no quiero perdérmelo. Cuando ese día nos riamos de aquello, sé que lo haremos con gusto, pero también con una sensación insoportable de melancolía, nostalgia e irremediabilidad.
Quizá se resuma en todo esto el miedo de las personas a la muerte. No quiero dormirme porque no sé lo que pasará después, no sé qué será de mí mientras no estoy despierto para ver lo que pasa. Suena hasta raro.
Vivimos, vives, vivo obligado a decidir cada día entre quedarme en la cama o levantarme. Obligado a decidir si me quedo bajo mi techo protector o salgo ahí afuera a enfrentarme a quien sea, a lo que sea, utilizando mis recursos y asumiendo las consecuencias. Vivo obligado a elegir mi postura frente al mercado, a elegir si pensar que está mal porque priva a las personas de su libertad o pensar que está bien porque nos permite hacernos con la personalidad que nos agrada más. Vivo obligado a decidir hasta qué punto quiero luchar por mis objetivos; obligado a ponerme unos objetivos y a dar la imagen de que los cumplo, porque esa imagen también me ayudará a cumplirlos.
Vivo obligado a apreciar mi vida como si fuera mía, sabiendo que yo ni elegí tenerla ni trabajé para merecerla. Sé también que no me pertenece porque me será arrebatada como a todos los demás, y que lo que haga desde mi principio hasta mi fin no influirá en mí nada más que durante el tiempo que yo esté vivo para ver los reflejos de mi actividad. Pero después nada importará, nadie se acordará de mí, y aunque así fuera, yo ya no podré saberlo, ni podré agradecerlo.
Algunos dicen que a lo largo de nuestra vida trabajamos y actuamos para demostrar que realmente la merecemos. Pero paradójicamente también la perdemos de la misma manera que los que merecen la muerte. ¿Cómo sé que yo no la merezco, si a todos nos es impuesta? No lo sé.
Por eso no quiero dormir, por eso no me suicido. No quiero anticipar algo que no quiero que llegue.
Aunque de forma práctica esa postura también es un inconveniente, por ejemplo, a la hora de cumplir con mis obligaciones. ¿Quién no ha estudiado alguna vez a última hora, por ejemplo?
El caso es que también puede ser influyente el hecho de que me gusta más vivir de noche que de día. Puede que la noche se parezca más que el día a mi manera de vivir, mi individualismo, mi proteccionismo, mi interiorismo, forjado por las diferencias irremediables con los que me atacan desde fuera, es decir, con los que viven de día, porque hay luz y la oscuridad se la lleva el sol.
Preferiría morir de manera accidental que dormirme por mi propia voluntad, aunque si soy realista, debería saber que la ginebra me está empezando a dilatar los vasos sanguíneos y que de un momento a otro apoyaré la cabeza sobre la almohada con el único objetivo de descansar el cuello, aún sabiendo que acabaré dormido.

2 comentarios:

  1. holaa:) muy bueno, la verdad esque me ha llegado eh?^^
    te sigo que me ha gustado tu blog;)
    unbesin

    ResponderEliminar
  2. "vivo obligado a ser libre, libertad que me conduce a decidir cada paso que doy"

    ResponderEliminar