martes, 24 de abril de 2012

Ja no sóc per a tu

Escuchando canciones de un romántico depresivo, de otro tú que te canta en los íntimos altavoces de tu habitación, mientras unos duermen, otros estudian y otros follan, tú te fumas un cigarrillo con doble filtro que sólo te sabe a glorias quemadas entre los restos del whisky y las lágrimas que te esperan a la vuelta de los días, cuando todo acabe, cuando tu victoria se haga tangible y tus días en la guerra finalicen con el más amargo de los triunfos, el balance de los costes que se han empleado para un fin tan masivo y aparentemente aceptado. Es increíble el efecto de escuchar canciones nuevas, cuando son las adecuadas, las correctas, esas que por cosas de la casualidad te llegan en los momentos más débiles y consiguen entrar en esos rincones apartados donde guardas la amargura que te llega de otros que brillan sin ocultarla, de forma falsa, pero brillan. Las derrotas de otros que te acompañaron te golpean casi con la misma fuerza que a ellos, como si fueran pérdidas que se acumulan sobre tu bagaje, haciéndote dudar de si en algún momento fuiste lo suficientemente responsable como para provocarlas y ahogándote con la impotencia de saber que no fuiste el que tuvo el poder de evitarlas. Son demasiados los libros, las canciones y los poemas que hablan sobre lo bueno y lo malo, y tú, que siempre buscas una ínfima originalidad, te desvives por encontrar lo que hay entre medias, eso que la gente no sabe describir, pero que inexorablemente representa la causa y el laboratorio donde se conspiran todas las tragedias que, en vistas exteriores, parecen llegar siempre de golpe y de la peor manera posible; probablemente por eso se llamen tragedias. Un trago de ginebra no es un trago de alcohol sin más, una calada de cigarro se convierte casi siempre en la materialización de las impotencias, de las derrotas, de los triunfos, de los deseos por expresar, de las dudas interminables con las que millones de mentes se acuestan cada noche y se vuelven a levantar por la mañana, abrumadas por esa indeseable rutina que nos condena a todos a ignorar lo que realmente nos hace vivir. Necesito otro trago.

lunes, 9 de abril de 2012

Un héroe no puntual

Una completa falta de concentración en asuntos que realmente no aportan nada a tu vida. Eso es lo único que te sucede ahora mismo (como te ha venido sucediendo últimamente). Y eso es precisamente lo que sabes que dentro de unas semanas te puede joder, y frustrarte, y hacerte perder oportunidades. Y lo peor de todo, la forma, el motivo y el fin con el que te ves "obligado" a adquirir esa odiosa concentración.
Y luego te das cuenta de que los que salen por la tele no han seguido tu camino. No han seguido un plan de estudios, o una carrera, o un camino ya establecido para las masas. Los políticos que nos gobiernan son más incultos e ignorantes que los indigentes del metro. De los deportistas mejor ni hablamos. Y los ídolos musicales han creado ese mundo aparte, ese que se divide entre los que merecen ser golpeados con un bloque de cemento hasta morir y los que merecen ser recordados como héroes. Esos son los que salen en la tele y llenan los periódicos. A los estudiantes que se dejan los codos en la mesa y a los universitarios que descubren cómo funciona el mundo no los conoce nadie. A los que tienen algo que decir no los escucha nadie, a no ser que eso que digan produzca dinero. Parece que el interés económico de las palabras en público y las personas en general es inversamente proporcional a su utilidad. Ahí reside la desmotivación principal del estudiante actual. Sabiendo esto anterior, el hecho de estudiar parte de una sensación de fracaso precoz, en la que el estudio supone un paso más hacia esa condena que todos los fracasados están pagando continuamente. Miras a quien ha estudiado como un verdadero esclavo, a quien ha trabajado más de lo que nadie podría imaginar, y ¿dónde está? Pues seguramente en algún puesto monótono y sin salida, anclado en algún lugar al que tiene que acudir rutinaria y obligatoriamente bajo la amenaza de que todo aquello que cree haber conseguido a lo largo de toda su vida se devalore en forma de despido procedente. Son muy pocos los que consiguen destacar en algo, es muy baja la probabilidad (o debería decir posibilidad) de ser alguien que los demás conozcan, y lo más difícil, alguien útil en esa fama, alguien productivo, alguien que aporte algo más que incrementos en la ignorancia de las personas; en resumen, un héroe no puntual. Y los que lo son (o lo han sido), para tu sorpresa en este sentimentalmente tortuoso análisis de la puta mierda que está establecido que hagas con tu vida, te das cuenta de que no han conseguido ser quienes son a base de estudiar o de trabajar en silencio, sino a base de luchar en contra de la corriente, de hablar cuando todos los demás estaban callados, de cambiar lo que estaba mal, de revolucionarse en injusticias implícitas. Y lo que te encuentras tú al intentar tales actos en situaciones muy parecidas que se te pueden presentar son precisamente impedimentos para cambiar lo que todo el mundo sabe que está mal, y facilidades para seguir callado, para ser uno más y no influir en el transcurso de las circunstancias. Pero da todo igual. Ese "anger" que vas acumulando semana tras semana, algún día saldrá a la luz, y cuando eso pase, va a ser muy complicado frenarlo. Tus sueños son de los que se cumplen.