jueves, 14 de abril de 2011

I'm still here, breathing now!

Coge una mochila con unos calzoncillos, una camiseta limpia y el cargador del móvil. Las llaves del coche. Echa gasolina. Métete en la C-31 hasta llegar a la A2; cógela en dirección Oeste.
No ahorres gasolina, ni velocidad. Mantén el límite suficiente como para no estrellarte. Ciento ochenta está bien. Te gusta correr, y nadie te lo va a impedir. Los radares de la A2 sólo están al llegar a Barcelona, en las entradas y salidas de Zaragoza, y al llegar a Madrid, creo que hay un par de ellos pasando por Guadalajara. El resto está libre. Ya sabes, las curvas del kilómetro 465, los cambios de rasante del 230...   haz una pequeña parada en la estación de servicio de los Monegros y tómate un café por mi en ese lugar.
Como te decía, no pises el freno ni dejes de acelerar. Con medio depósito te sobra para llegar. Tú pisa, que el coche ya hace el resto. Siente cómo el aire frena el coche debido a la velocidad, siente cómo se te va la línea cuando el viento aprieta por uno de los laterales y tienes que rectificar con el volante, como si fuera un barco de vela. Siente la fuerza G en las curvas, la tracción de los neumáticos, los adelantamientos a toda pastilla. Disfruta del paisaje, de las vistas, del horizonte...  si sales por la mañana, el sol te pillará de espaldas...  pero yo quiero que hagas el viaje por la tarde; que te pille el atardecer mientras llegas; ese sol cegador que no te deja ver más allá de cincuenta metros, ese que hace que te puedas tragar un camión; aunque, si vienes mañana, habrá suerte y no habrá ni uno, ya que los viernes a partir de las cinco de la tarde tienen prohibida la circulación. Toda la carretera para ti.

Quiero que cuando llegues me llames; yo te esperaré sentado en una mesa del Central Café, ese que hay en la placita en la que hace esquina el Mauna Loa. No te vuelvas a ir.

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