jueves, 28 de octubre de 2010

Y la paz hablará

Óyeme, oh Señor, óyeme.
Allá donde se encuentre la esencia de tu ser
Allá donde se realice el efecto de tu existencia
Allá donde los oídos de tu comprensión puedan oírme
Escucha mis plegarias, oh Señor, óyeme.

Ayúdame, Señor,
A no ganar esta guerra
ni ninguna otra que se libre con armas y con desprecio,
pues las únicas armas de los hombres deben ser sus corazones,
y su único campo de batalla, el amor.

Ayúdame, Señor, y ten piedad de mí
Cuando el odio de la humanidad caiga sobre mi espalda,
Cuando el olor de la pólvora quebrante mi recuerdo,
Cuando la luz de los estallidos ciegue mi juicio.
Ayúdame, Señor, ayúdame.

Y protégeme, Señor,
protégeme de la hostilidad y de la amargura,
líbrame del rencor y de la discordia,
aléjame de la mentira
y llévate la ceguera de quienes tienen ojos.

Hazme fuerte, Señor,
y dame valor cuando el fuego se apague,
cuando se haga el silencio,
cuando el viento se pare
y los hombres hayan aprendido a amarse;
porque mi trabajo habrá terminado,
y la luz se elevará hacia lo alto,
y las armas yacerán en el fondo del mar,
y la paz hablará.

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