miércoles, 11 de agosto de 2010

Suicidio social y otras causas

Según el Mito de la Caverna, tú y yo nos estamos adentrando en un suicidio sin retorno.
El cuento decía que unos hombres estaban encerrados en una caverna, de espaldas a la salida y con una hoguera detrás, de forma que podían ver la sombra borrosa de todo lo que sucedía tras ellos, pero no podían ver la realidad. De pronto, uno de los hombres quedó liberado de sus ataduras y pudo salir y explorar la realidad tal como era, inconcebible en la anterioridad. Pudo salir y ver la nitidez de los objetos, la luz del sol y el resto de los elementos de la naturaleza. Al final del relato Platón dice que, cuando el hombre quiso volver a la caverna para liberar a sus compañeros, estos se negaron, e incluso lo mataron porque pensaban que la luz del sol le había cegado y que todo lo que les decía era mentira, ya que ellos creían que el mundo era únicamente la pared y las sombras que ellos conocían.

Con esto se entiende algo que es aplicable al comportamiento humano ante la novedad. Cuando estamos acostumbrados a algo, a nuestra versión de algo, a ver las cosas de una manera determinada que nosotros consideramos correcta, nuestra primera reacción ante cualquier factor externo que intente hacernos cambiar de opinión va a ser la de rechazo. Nos sentará muy mal que alguien intente convencernos de que nuestro juicio y nuestra visión correcta del mundo no son correctas, convencernos de que estamos equivocados.
Y lo tengo demostrado.

Socialmente esa muerte de la caverna también existe. ¿Cuántas veces no te han mirado como un bicho raro porque estabas haciendo o diciendo algo diferente? ¿Cuántas veces alguien no te ha mirado con ganas de matarte sólo por manifestar unas ideas políticas diferentes a las suyas?
Todo el mundo actúa de una manera determinada, que es completamente respetable, porque eso es lo que se suele hacer. Si alguien ha dictado una idea o un pensamiento, ha difundido un rumor, etc; la gente, si suena convincente, lo aceptará, y no sabemos hasta qué punto. Hasta el punto de que, tengas o no tengas razón, si llegas tú con un cuento distinto e intentas convencer a todos de que estaban equivocados, te tacharán de mentiroso, de envidioso, de buscapleitos, de amargado. Ni si quiera escucharán tu versión, y si la escuchan y por casualidad atisban alguna probabilidad de que sea verdad, psicológicamente reaccionarán para no verse perdidos e intentar convencerse a sí mismos de que realmente sigues siendo tú el equivocado y no ellos, sólo por salvaguardar su imagen de confianza ante sí mismos.

Párome a pensarlo un momento, y antes o después estoy seguro de que encontraré varios ejemplos que confirmen este pensamiento. Puedo aplicarlo a enfrentamientos entre ideológías políticas, a situaciones que me hayan sucedido en las que mi verdad no valía una mierda para nadie, incluso a situaciones en las que yo tenga que asumir una equivocación.
Pero de todas las maneras, todo esto también es justificable en la comprensión de que todos necesitamos sentirnos aceptados, no sólo por los demás, sino por nosotros mismos. Necesitamos creer firmemente que nuestras decisiones son las correctas, porque es la única manera de reunir el valor necesario de utilizarlas de frente a los demás y defenderlas. Tenemos que asentar una mínima base que confirme que podemos creer en nosotros mismos, porque es el paso esencial para que los demás también puedan creer en nosotros. Claro que esto a veces es difícil distinguir si se trata de autoconfianza más que de logros de aceptación social.
Por eso siempre es bueno que, ante cualquier duda, tengamos en cuenta la teoría de la relatividad, y pensemos que cualguier otra idea o pensamiento diferentes, sean cuales sean, y tengan el nivel que tengan de contrariedad con nosotros, son siempre respetables; tanto como nosotros y nuestra visión del mundo.

Que el hombre liberado conociera la verdad no significa que los que estaban en la caverna no vieran algo respetable desde su punto de vista. Las sombras proyectadas por el fuego, aunque eran un falso reflejo de la realidad, estaban allí y servían de sustento para complacer la necesidad de autoaceptación de los hombres que las observaban. No obstante, era conveniente que vieran con sus propios ojos la verdadera realidad de los objetos nítidos y la luz del sol, pero también es verdad que su reacción de llegar a matar al que intentaba hacerles ver la verdad es completamente natural y ha llegado hasta nuestros días, ya que ahora seguimos juzgando y rechazando (o asesinando socialmente) cualquier novedad que elimine la confianza que tenemos en la elaboración de nuestras propias conclusiones.

Emitido por Alejandro Fernández el 11 de agosto de 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario