miércoles, 5 de enero de 2011

¿Dónde está la ilusión?

Cuando te falta alguien, cuando te lleva faltando mucho tiempo...  acabas soñando con abrazarlo. Da igual quién sea, dónde se haya ido o el tiempo que lleve sin aparecer. Si es alguien que te importa, acabas soñando con eso.
Es una pequeña muestra de que las cosas siguen significando lo mismo que antes, aunque nos hayamos acostumbrado...  y dicen que la supervivencia consiste en adaptarse.
Y sí, estoy de acuerdo; si te adaptas, sobrevives; si no te adaptas, mueres. Está demostrado y no es discutible en la mayoría de los casos, que las personas nos tenemos también que adaptar a la situación que nos rodea, y ser fuertes y hacernos con las desventuras para poder sobrellevarlas y no venirnos abajo, adaptarnos...  ¿pero hasta qué punto? ¿Hasta el punto de acostumbrarnos a las cosas malas y llegar a asumir que no son tan malas, porque asumir eso es lo único que puede calmar nuestra conciencia? ¿Hasta el punto de pensar que alguno de los aspectos negativos de nuestra vida en realidad no es tan negativo, porque simplemente hemos rechazado u olvidado que hay otras alternativas mejores? Acostumbrarse a algo que va mal y asumir que tiene que ser así, que no hay otra opción, que es lo que toca, que es lo único que hay...  perder la esperanza, o la ilusión, o la imaginación...  asumir. Odio esa palabra.
YO NO ASUMO NADA. No, si eso implica perder la ilusión por mejorar lo presente. No, si eso implica conceder espacio y dar lugar a ciertas injusticias y dejar de intentar solucionarlas. Yo no asumo nada si lo que tengo que asumir es que estoy condenado a vivir jodido por alguna injusticia, si lo que tengo que asumir es que no puedo hacer nada para solucionar algún mal, para mejorar la situación de alguien, para luchar contra ciertas imperfecciones, en definitiva. Yo no asumo nada si eso significa tirar la toalla antes de haberlo intentado. Y después, tampoco. Aunque lo haya intentado doscientas veces, y haya fracasado doscientas veces, lo siento, pero yo seguiré intentándolo si la causa me merece la pena. Que me llamen altruista.
Por eso me niego a asumir que la falta de un ser querido sea algo normal, inevitable...   Puede que sea irreversible, pero nunca aceptable, ni asumible. "Es que eso te hace sufrir más, si no lo asumes, sufrirás, porque de una forma u otra no puedes solucionarlo". Me importa un pimiento. Yo ya soy mayorcito para saber cuándo me apetece sufrir y cuándo no. No soy yo el que importa, yo ya sé cuidarme solo.
Vale, puede que ciertas cosas me hagan sufrir de forma innecesaria, pero precisamente eso es lo que menos me hace sufrir. Sufriría más sabiendo que puedo hacer algo y no lo estoy haciendo...  y de hecho, aún sigo pensando que no hago lo suficiente. Pero eso ya es trigo de otro campo y mi tractor no llega tan lejos, al menos hoy.
Como bien dijo alguien hace poco, quizá no sea esta la bienvenida que se merecía el 2011...  pero entre las nubes invernales que nos cubren últimamente y la desilusión presente de que los Reyes Magos son los padres,  queda sitio para poca juerga.
Simplemente espero no haberos aburrido con esta entrada en plan "oh, qué buena persona soy, que me gusta ayudar a los demás, mira lo que sufro para solucionar las injusticias, oh, qué bueno soy".
En realidad sólo soy un puto egoísta que no comprende por qué la gente se resigna por todo tan fácilmente. Ya casi nadie lucha por nada.
¿Dónde está la ilusión?

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