viernes, 9 de julio de 2010

"Todo el mundo" (2ª parte)

"...todos los hombres necesitan ser comprendidos, amados y pensar que no están solos en el mundo".

Realmente es algo muy bonito de decir. Es muy agradable escribir que estamos equivocados cuando el argumento que se utiliza es el del amor, la convivencia, la comprensión y la psicología individual de cada persona. La libertad y la seguridad que son inversamente proporcionales, el amor y el odio, que son diferentes colores del mismo sentimiento manifestado hacia los demás desde uno mismo; el azul que, si no tuviera un amarillo con el que contrastar o un violeta con el que emparejarse, no podría definirse como azul.
Esto último de los colores es una simple y burda metáfora que se me acaba de ocurrir, pero ahora mismo estoy descubriendo cuanta importancia tiene su comparación. Me explico.
Aplicado a rasgos genéricos, este concepto se puede definir paralelamente cambiando de objetos, es decir: "Si no tuviéramos alguien a quien odiar o un amigo con el que corroborar nuestras ideas, no podríamos definirnos como únicos"; no podríamos nombrar nuestra identidad como nuestra, nuestras características no serían nuestras, y nosotros no seríamos dueños de nuestra propia identidad, incluso seríamos responsables de nuestros actos.
Sí, he dicho bien. Si no tuviéramos identidad, seríamos responsables de nuestros actos. Por eso confirmo que en un mundo y una sociedad como esta a la que pertenecemos, en esta situación en la que nos encontramos, es gracias a nuestras diferencias y similitudes que tenemos una identidad y, por consiguiente, NO somos dueños de nuestras decisiones, no somos responsables de nuestros actos ni de nuestros sentimientos.

¿Por qué?

Claro que a todo esto me refiero éticamente hablando. Quiero decir que no somos dueños de nuestras decisiones precisamente porque tenemos una identidad que defender y que definir. Para seguir siendo nosotros, tenemos que conservar y actualizar nuestra apariencia (con nuestro físico y con nuestras acciones) para que los demás, cada vez que la vean, sigan sin tener una duda de que seguimos siendo nosotros. Tenemos que labrar una ideología, unas costumbres, unos gustos, unas reacciones que se van haciendo típicas de nuestra personalidad, en cuya consecuencia los demás, en función también de su personalidad y de su fenotipo adquirido, verán si son compatibles o no con nosotros.

Si no es éticamente hablando, es decir, de manera real y objetiva, aunque nuestros actos y nuestras decisiones estén completamente guiados por lo que nosotros mismos hemos definido en un patrón personal de diferenciación y razón autodirigida, la realidad es la que es y tenemos que ser capaces de analizarla de la manera que más se acerque al "punto de vista medio de cada persona", es decir, la medida exacta que garantice que ante un juicio emitido de forma general, estarán de acuerdo una cantidad de personas mayor que en caso de que dicho juicio fuera otro. Por eso hemos inventado la justicia, las leyes, los derechos, las obligaciones, y todas esas normas burocráticas que encauzan los límites de nuestro comportamiento en sociedad.
Para explicar todo esto, pondré el primer ejemplo que se me ha venido a la mente, aunque no sea muy agradable de recordar (trata de una entrada anterior de mi blog, acerca del 11-M):

Los hechos reales son que unos terroristas han puesto unos explosivos en un medio de transporte público, y en consecuencia, han muerto cientos de personas. Ese es el hecho físico, es decir, algo innegable y demostrable por todos los medios. Ahora, vamos a ver las distintas caras subjetivas de esa moneda real.
Desde el punto de vista de las víctimas, o personas relacionadas, el hecho en sí será condenable, porque las personas que han muerto han perdido su vida de forma injusta, han sido asesinadas.
Desde el punto de vista de alguien ajeno, lo más frecuente será también condenar el suceso y a sus autores, dado que por naturaleza tendemos a ponernos del lado de las víctimas, y nos resulta injusto lo que han sufrido, ya que podíamos haber sido nosotros, porque pertenecemos al mismo sector de la población (el sector civil).
Pero, ¿y qué pasa con los autores? Claro que un atentado terrorista nunca es justificable, pero si nos paramos a pensar en los autores, desde su punto de vista, lo que han hecho ha estado bien. Para eso existe también una cosa llamada educación. Los autores tienen unos principios, un sistema y unas ideas que, para conseguir unos objetivos, les han llevado a actuar de una manera que ellos consideraban efectiva, ética y poco reprochable.
Por eso hablaba yo de la igualdad de todos los hombres en caracteres psicológicos. Ninguna persona actuará nunca en contra de sus propios principios. Si los terroristas no consideraran ética y "buena" su forma de actuar, no serían terroristas. A ellos también hay que comprenderlos (no perdonarlos, sino comprenderlos).

Pero la realidad sólo es una, y como comprobante de mi teoría, se aplican las medidas con las que la mayoría de las demás personas estarán de acuerdo. Decía yo en mi entrada "debemos estar única y exclusivamente del lado de las víctimas", y es verdad. Debemos reducirnos a los hechos físicos y demostrables, y olvidarnos de nuestras otras diferencias, como las ideologías.
Por eso, cuando se intenta hacer lo correcto, se tiende a generalizar y a maximizar. Me explico.
Aunque sea cierta la frase "no siempre lo que dice la mayoría es lo correcto", sí es verdad que a la hora de juzgar un hecho, si interpretamos que ese hecho está sucediendo en todos lados, podremos emitir un juicio justo y apropiado.
Al morir cientos de personas en un atentado terrorista, si interpretamos que TODAS las personas del mundo pueden morir en un atentado terrorista, consideramos que ésa es una muerte injusta, y por tanto, incorrecta, lo que nos permite concebir como negativos los atentados terroristas. Cuando una persona está hablando en un sitio público donde hay más personas, es posible que haya al menos una persona que se sienta molesta al oír a la que habla. Por tanto, si interpretamos que hablan todas las personas, podríamos llegar a la conclusión estadística de que todas las personas se sentirían molestas, determinando así que el hecho de hablar en un lugar público es un gesto de mala educación.
Si entendemos que cuando una persona se cepilla los dientes tendrá la boca más limpia, evitará enfermedades e infecciones y resultará más agradable a la hora de relacionarse presencialmente con otras personas, podremos generalizar que todas las personas se cepillan los dientes para entender que el hecho de cepillarse los dientes con cierta regularidad es bueno para la mayoría de las personas.

Así podría seguir con un montón de ejemplos. Claro está que no tengo estudios al respecto ni soy un profesional en estas cosas, pero creo que esta teoría se podría aplicar en todos los juicios habidos y por haber. De todas formas haré la prueba cada vez que me acuerde, a ver si me he equivocado.


Con todas estas cosas quiero decir que debemos respetar a los demás, aunque sólo sea por comprender que también son personas, que tienen sus propios pensamientos y sentimientos, y tienen tanta importancia como nosotros. Que un hecho sea condenable por todos los jurados del mundo y esté globalmente aceptado que está mal, no quiere decir que no tengamos que comprenderlo y comprender por qué se ha hecho. Todo tiene una razón y una justificación.
Por ello quiero resaltar la imagen de lo que podría ser la comprensible resignación que también podemos aceptar en el mundo capitalista, individualista y hostil al que decía en la primera parte de esta entrada que estamos condenados a enfrentarnos por la condición consumista y desacordada que hemos adquirido, no siendo por ello reprochable que nos resignemos a vivir nuestra vida del modo que nos sea posible en un mundo donde no tenemos tantas posibilidades como se nos hace pensar.


Un saludo a aquel ó aquella que haya disfrutado de las dos partes de "Todo el mundo" y, una vez más, gracias por leerme y por interesarte por las pajas mentales que acaparan mi cabeza.

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