miércoles, 28 de julio de 2010

¿Y qué ha sido de eso que llaman amor?

Los hombres vivimos en sociedad y necesitamos sentirnos aceptados.
Una de las formas más bellas de esta aceptación que damos o necesitamos recibir es el amor, muchas veces confundido y/o relacionado con la atracción sexual, la concordancia de ideas sobre algunos conceptos o la compañía.

Muchas personas han escrito sobre este tema, dándole diversos nombres, describiéndolo de innumerables formas, dando chorrocientos consejos sobre cómo optimizarlo, etc.; pero la verdad es que nadie, tras años de investigación y horas empleadas en su pensamiento, nadie y absolutamente nadie ha descubierto por completo la ciencia del amor. Podemos defender que es la consecuencia de reacciones químicas relacionadas en la sinapsis del cerebro y el resto de los sistemas nerviosos de las personas, podemos pensar que el amor se basa en reacciones psicológicas entre las personas dependiendo de sus necesidades y de sus objetivos. Podemos incluso creernos unos expertos del amor en nuestra propia persona...  pero no lo somos.
Ni el más experimentado de los hombres dará la misma descripción del amor que otro. Nadie, por mucho conocimiento que tenga sobre las relaciones amorosas podrá explicar de forma imparcial cómo es esto.
¿Por qué? Pues porque el amor es algo que cada persona sufre, vive, conoce de una manera, con una experiencia propia y un juicio propio. No es una ciencia exacta, ni demostrable, ni empírica.
Por eso no tengo nada que decir si pretendo ser objetivo o demostrar algún hipotético descubrimiento, ya que éste sería siempre algo personal para mí, igual que lo es para cada uno, y por eso lo único que me queda es describirlo de la forma que a mí me parezca apropiada, resaltando la belleza de cada cosa que me puede haber pasado, sin intentar convencer a nadie de que el amor es de una manera determinada, porque eso del amor y de la atracción es siempre diferente y depende de tantos factores que no lo podemos controlar. Depende de muchas personas, no sólo una; depende de muchas situaciones sociales y económicas, y no sólo una; depende de muchas experiencias personales durante muchos años, y no sólo de una, durante un año; depende de muchos intereses vitales y naturales, tanto biológicos como sintéticos, y no solo de uno; depende de muchas localizaciones geográficas, sentimentales y temporales, y no sólo de una; depende de muchas personalidades y preferencias, y no sólo de una. Por esto y por otro montón de razones, la única palabra con la que se puede definir la magnitud y la probabilidad del amor es "de variables indefinidas"

A veces es algo incierto, no sabes si es real o sólo un producto de tu imaginación; no sabes si eso te hace sentir bien o te hace sentir mal, o ambas cosas al mismo tiempo. No sabes si el amor que puede que sientas hacia una persona es correspondido, o quizá si lo sabes, y eso resulta aún peor. Puede que intuyas, o que conozcas, el amor que una persona tiene hacia ti, pero ni si quiera tú podrías determinar si lo correspondes.
No somos dueños ni conocedores a veces de nuestros propios sentimientos, imagínome de los sentimientos de los demás.

Un encuentro o situación amorosos se pueden dar en cualquier lugar, en cualquier momento, durante un período de tiempo de cualquier longitud...
A veces te encuentras a una chica dolorosamente guapa en un centro comercial, de compras, te quedas mirándola y al cabo de un rato piensas que ni si quiera se ha percatado de tu presencia, pero entonces te sientes afortunado porque has sido testigo de que ese tipo de chicas existen de verdad, y al mismo tiempo te sientes desgraciado porque, aunque esa chica haya desaparecido para siempre de tu vida, seguirá formando parte de tus ilusiones hasta que se te acabe la memoria. Puedes tener un encuentro fortuito con una mujer que está llorando en un lugar público, pero no te atreves a ofrecerle tu ayuda, porque intuyes que no la aceptará, o no será como tú esperas que sea la conversación que te estás imaginando en un instante, es decir, como en las películas. Un encuentro fortuito con esa mujer con la que estarías dispuesto a pasar el resto de tu vida sin importar las consecuencias. No la conoces de nada, no sabes su nombre, no conoces su pasado, pero sabes que lo harías. Desconoces la razón por la que está llorando, y eso te hace sentir más culpable, aunque imaginas algunos porqués en función del tipo de persona que te inspire ser. Puede que la hayan echado del trabajo, que su padre la haya gritado, que la hayan atracado, que haya recibido una llamada del hospital...  pero el caso es que la ves ahí, llorando desconsolada pero discretamente, mirando al suelo, pensando que nadie la está mirando, intentando que nadie se percate de su anodina desgracia, y entonces tienes que tomar una decisión. O te quedas con ella e intentas no parecer una amenaza, o te vas para dejar de tener que soportar la incomodidad de observar algo que tus principios no te permiten ver sin hacer nada. Entonces es cuando pones a prueba tu cobardía.
A veces el amor que sientes es un caso de admiración. Hay una persona a la que amas, aunque no te acostarías con ella. Simplemente te gustaría ser esa persona por un instante. Puede que hasta sea de tu mismo sexo y te de envidia. A veces las personas del mismo sexo se manifiestan su admiración de forma física, pero yo ahí no me meto. Puede que esa persona nunca lo sepa. De hecho nunca lo sabrá.
Otras veces te pones a pensar y te das cuenta de que amas a alguien que siempre ha estado ahí y que hasta el momento ha pasado desapercibida, pero te pones a pensar en ella, y te preguntas por qué en este preciso instante tienes que caer en las mismas redes.
Seguro que otras veces eres testigo de que alguien te ama, pero no te lo quiere hacer saber de forma activa. Se comporta de una manera delatora, tú lo sabes y te sientes responsable de no corresponder un amor que crees recibir de forma injusta.
En ocasiones, sacrificamos una buena parte de nosotros cuando pretendemos conseguir algo, no sólo en el amor, pero de eso va al entrada. Alguien nos ha dado indicios, ya sean verdaderos o falsos, de que tenemos oportunidades, y nosotros nos lanzamos de cabeza a por esas oportunidades. A veces lo conseguimos, a veces no. Depende de muchas cosas, ya lo he dicho antes.
Después te empiezas a acordar de un antiguo amor que tuviste y que se apagó, pero que en tu interior, en tu recuerdo, en tu esperanza, sigue vivo, latente, esperando a que hagas algo con él. Lo dejas morir hasta que crees que el olvido lo ha borrado de tu baúl de los recuerdos, pero sigues dolido porque sabes que siempre habrá algo que te recuerde tu pérdida emocional en el caso. Siempre llegará un momento, antes o después, en el que querrás volver al pasado y volver a tener lo que ya no tienes, recuperarlo, ser quien eras, o quien fuiste y dejaste de ser para dar partida a la caza de otro nuevo amor. En ese caso te sentirás culpable. También puedes sentirte rechazado, utilizado o reemplazado en el caso de que pienses que tú no tuviste la culpa de la pérdida.
También puedes intentar recuperar esos tiempos de felicidad con esa otra persona, pero también sufres en la incertidumbre que te causa el conocimiento de que esa recuperación no sólo depende de ti. En fin, cosas que podemos pero no podemos hacer con algo roto.
[Es increíble cómo he pasado de la primera persona del plural a la segunda del singular. A ver ahora cómo sigo]

Siempre te das cuenta de que no es buena esa ambigüedad de sentirse bien estando solo y al mismo tiempo necesitar alguien a quien complacer, a quien cuidar, por quien preocuparte...  así como alguien que te complazca, que te cuide, que se preocupe por ti. Será por eso de que las personas nunca nos conformamos con lo que tenemos y siempre queremos algo distinto, pero luego tenemos fobia a los cambios.
Qué fue de esa mujer inadecuada con la que querías algo especial, porque te consolaba existencialmente y calmaba tu esperanza de que tenía que existir alguien así, alguien como esa persona, que te salvaba de pensar que el mundo estaba vacío y muerto. Qué fue de ese momento de correspondencia milagrosa y emotiva, de esas que humedecen los ojos, en el que te preguntabas: "¿pero esto realmente está pasando?"; qué fue de ese momento y qué fue después, de ese otro momento en el que hiciste memoria de lo sucedido y te preguntaste "¿pero esto realmente sucedió, y por eso ahora tengo que estar así?".

No conocemos el futuro, ni controlamos el presente. Sólo podemos mortificarnos pensando en el pasado. En las cosas buenas, en las malas, en lo que hicimos bien, en lo que nos salió mal, en el porqué de todo esto...  y nunca llegamos a ninguna conclusión cuya preferencia no vayamos a cambiar.

No podemos aprender lo suficiente como para estar tranquilos de poder confiar en nosotros mismos, porque el amor, y todo lo relacionado con él, es uno de los pocos aspectos en los que no nos conocemos ni a nosotros mismos, y por eso lo único que nos queda es seguir buscando, seguir esperando, lo que sea, e intentar seguir siendo felices o infelices en función de cuánto necesitemos y hasta qué punto la suerte y la realidad estén de nuestro lado.

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