martes, 13 de julio de 2010

Palabras para un triste sueño


...y dejó escrito que si alguien iba a pronunciar un discurso en su funeral, lo
haría yo, porque era la única persona de la que se sentía orgullosa.

Lo cierto es que cuando uno tiene un sueño tan intenso, a veces es difícil distinguir lo que es verdad y lo que es imaginario, aunque yo creo que todo lo que imaginamos o pensamos es reflejo de la realidad que conocemos y no nos atrevemos a revelar.

De repente me encontraba allí, en medio de algún lugar conocido, buscándote. Dos perritos desorientados bajaban la escalera. Me había equivocado de portal. Llegué al número correcto y subí hasta la puerta, pero la cosa seguía siendo muy extraña. Pregunté y respondió un hombre a gritos. ¡Perdone! Me volví a equivocar. Era tarde, de madrugada. Todo estaba muy oscuro y silencioso. Se me ocurrió mirar no sé qué documento con la distribución del edificio y quedé sorprendido. Habían cambiado los nombres de todos los propietarios, su piso y su puerta, pero había otro registro con antiguos propietarios. Encontré tu nombre.
Llegué a mi casa, no sé por qué, y alguien me comunicó, de manera muy respetuosa, que "estabas en un lugar mejor". Es increíble la fuerza que esas palabras ejercieron sobre mí, aún siendo un ateo empedernido obsesionado por el empirismo y la exactitud científica. Creo que el único efecto que tuvieron fue el de recordarme tu ausencia. Habías muerto durmiendo, te encontraron en tu cama, pero tú ya no estabas. Pasaron unas horas, me dejaron leer tu testamento. Lo tenías localizado porque toda tu vida habías vivido mirando hacia ese momento. Lloré como un loco leyendo aquellas palabras tuyas manifestando tus últimas voluntades, de forma tan humilde y agradecida. Incluso escribiendo esta mierda me pongo otra vez a llorar. Mi cabeza no tuvo el considerado detalle de soñar con qué palabras decías en tu testamento, pero sí recuerdo exactamente las que me hicieron desplomarme por completo mientras leía.
Decías: "...y no creo ser merecedora de ningún discurso, pero si alguien tiene que pronunciar unas palabras para hacerme homenaje, ese será Alejandro, porque es la única persona de la que estoy orgullosa".
Y me puse a escribir lo que en aquel momento se me pasaba por la cabeza. Aquella contestación que daría en clase en caso de que alguien me viera llorando y me preguntara "Qué te pasa". Le diría que tendría que estarle hablando durante cinco años seguidos para explicarle lo que me pasaba.
Escribí el discurso. Decía algo así:

"Apenas unas palabras formales son las que la relacionaron pobremente conmigo durante toda mi vida. Apenas unas órdenes de madre son las que la relacionaron con sus hijos durante toda su maternidad. Apenas unas obligaciones que cumplir y unas costumbres irrompibles son las que guiaron su monótona actividad durante los años que ella vivió. Nadie le daría importancia a una persona que quiere pasar desapercibida, haciendo como que no se da importancia a sí misma. Nadie se preocuparía por alguien que sólo defiende unos principios y no se mete con nadie. Su muerte sería la pérdida menos lamentable del mundo para cualquier otra persona a juzgar por su interferencia voluntaria. Pero hoy estamos aquí para eso, para juzgar cómo intervino ella en nuestras vidas sin quererlo, para darnos cuenta de quién acabamos de perder.
Esta mujer que hoy yace entre nuestras lágrimas fue una mujer que nunca se quejó absolutamente de nada, una mujer que agradeció desinteresadamente cada gesto y que nunca pidió nada a cambio. No esperaba nada especial de la vida, sólo cumplía con su obligación y desarrollaba el papel que le había tocado vivir. Esto puede sonar muy anodino, pero es todo lo contrario. A diferencia del resto de las personas, que nos pasamos la vida luchando para ser recordados, para llamar la atención, para que se nos tenga en cuenta, para merecer algo, ella era silenciosa. Asumió desde el principio su posición y lo único de lo que abusaba era del conocimiento. Siempre estaba leyendo libros, siempre estaba pensando y valorando la cultura. Decía que cuando sabes algo, nadie podrá arrebatarte ese conocimiento ni manipularte, que la sabiduría y el estudio eran la única manera de salvarse de la ignorancia, de la decadencia y de la pérdida de la identidad, de la voluntad, de la vida. Dejó escrito que prefería vivir escuchando y sin hablar que vivir hablando sin ser escuchada.
A veces alardeaba un poco de su conocimiento sobre ciertos temas y nos corregía a todos como si su postura fuera la única, incluso podía ser molesta cuando utilizaba todos los argumentos que tenía para defender sus teorías, pero haciendo memoria, no recuerdo una sola vez en que no tuviera razón cuando hablaba. Las pocas veces que hablaba decía la verdad, y por eso puedo decir que fue la única persona con libertad que he conocido hasta el momento. Solía utilizar esa frase de la Biblia, de no sé qué evangelio, que decía: "La verdad os hará libres".
Cada uno de nosotros tenemos hoy una razón para sentirnos vacíos, cada uno la suya, yo la mía.
A mí me enseño, y no creo ser el único, valiosas lecciones sobre el comportamiento de las personas, sobre lo que merecemos y dejamos de merecer por nuestras acciones, sobre cómo debemos respetar a las otras personas aunque no nos gusten sus ideas, porque nosotros también queremos ser respetados, sobre la educación, que es la única moneda que tiene valor.

Pero lo que me duele más de su pérdida no es el hecho de que ya no nos vaya a enseñar más cosas sobre la vida. No me duele el hecho de no tener a nadie que me dedique silenciosas miradas de complicidad cuando nadie entiende lo que digo. Lo que hoy me duele es la madurez con que asumió su resignación y su incapacidad de manifestar los deseos que nunca manifestó. La templanza con que nos ocultó sus deseos de volar y ser libre de verdad. Es cierto que parecía una mujer complacida, que no necesitaba nada más para ser feliz, que se conformaba con lo poco que tenía y que no era ambiciosa. Pero yo sé que esos deseos existían en ella. Sé que le habría gustado decirnos todo lo que no nos dijo en vida, que le habría encantado viajar a alguna parte donde extender su cultura y ser partícipe de algo productivo a gran escala. Sé que ella también tuvo esa necesidad humana de contribuir al bien común y de ser recordada por sus méritos, pero las barreras sociales siempre fueron muy gruesas.
Ella pasó desapercibida por la misma razón por la que nosotros hoy llevamos gafas de sol con el fin de que nadie vea nuestros ojos llorosos. No queremos mostrar nuestros sentimientos, ni que nadie nos vea desmoronados como personas, porque lo perderíamos todo. Dar imagen de sensibilidad y de fracaso emocional no es bueno para la posición social, y eso lo sabemos muy bien.
Pero tampoco tenemos por ello que entenderla como una víctima de la resignación. Tenemos que entenderla como alguien que sabía lo que hacía y conocía su incapacidad para hacer algo imposible. Tenemos que comprenderla como alguien cuyo amor hacia los demás se vio mostrado en no ser un estorbo sino sólo un apoyo.

Si de algo tiene que ser protagonista, que sea del silencio con que nos enseñó una manera admirable de vivir.
Si de algo tiene que estar orgullosa, que sea de sus logros involuntarios sobre nuestras mentes que reposan bajo la sombra, esperando a ser alimentadas.
Y si de algo tiene que ser víctima, que sea de la libertad, que es la única palabra digna de llevársela entre sus brazos y de iluminarnos desde el cielo para guiar nuestro camino hacia la verdad."


Un discurso en el que casi no pude hablar porque tenía la nariz taponada y los ojos chorreando. Gasté tres paquetes de pañuelos durante la pronunciación y otros dos después de recibir algún que otro abrazo de compasión inmerecida.
Recuerdo que lo que más me dolió del sueño no fue pensar en su muerte de forma subjetiva, pensar que había perdido el poder de pensar y de hablar. Lo que más me dolió fue mi parte egoísta de pensar en su ausencia hacia los demás, hacia mí. El vacío que dejó en su casa, en su familia, en mí.

Ahora no sé, al despertar, por qué seguí llorando como si su muerte fuese real. Había mirado el reloj, la fecha, la calle, todo estaba normal. Pero yo me puse a llorar.
Es increíble cuánta carga emocional tienen las cosas que no han pasado, pero que sabemos que acabarán pasando. Y lo peor de todo es, sin duda, culparnos por no haber sido lo suficientemente agradecidos con las personas una vez que han desaparecido, incluso antes de que lo hagan.



Desde aquí mis agradecimientos por haber tenido la paciencia de leer la entrada entera y ánimo, que creo que esto sólo ha sido un sueño desagradable, aunque con mucho fundamento.

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