sábado, 11 de septiembre de 2010

Otro acorde más

Normalmente soy yo el que corrige tus imprudencias y te da lecciones de vida, pero de forma razonada y justificada, de forma que todos lo acaban asumiendo y reconocen que es verdad; normalmente soy yo el que conserva la tranquilidad absoluta en los momentos de pánico, haciendo que los demás también se lo tomen con calma; normalmente soy yo el que está seguro de sí mismo y no cambia de criterio sin antes estar convencido; soy yo el que normalmente se enorgullece de haber preservado la propiedad de mi personalidad por encima de las necesidades mundanas que desde siempre ha tenido el hombre por sentirse aceptado en sociedad; soy yo el que siempre ha guardado rencor inmerecido a los que disfrutan de placeres que no merecen mas aún tienen gracias a su degradante picardía, y aún así, me siento, de forma falsa, mejor persona al intentar creer que lo tolero sin ninguna envidia; normalmente soy yo el que demuestra a los demás que sólo con constancia se consiguen los grandes objetivos, normalmente...
...pero hoy no es normalmente. Hoy es hoy, y hoy me siento pequeño y desolado en un mundo de intereses individualistas y exceso de crecimiento demográfico.
Hoy mi guitarra ya no suena igual. Mis dedos encallecidos siguen teniendo la misma destreza, pero hoy los trastes se han cansado de mí y el bronce de las cuerdas no tiene el mismo brillo. Las notas también me boicotean y suenan como más tristes, eso sí, impecablemente correctas tonalmente, pero aun así, hay algo que no me termina de convencer. Parece como si los punteos de una misma canción hubiesen variado un par de semitonos para no concordar con mi voz, ni con mi memoria. Una foto a color y en alta definición se ha convertido en una burda imitación mal retocada de una diapositiva sucia y antigua de antes de los sesenta, tomada en 2010, y Luis Ramiro no me mira de la misma forma desde ese póster, ni los Beatles caminan igual en el de al lado, es como si hubieran cambiado de pierna mientras no estaba mirando.
A Brandon Flowers le ha cambiado la voz, a Bono le ha crecido la barba, Juan Aguirre se ha deshecho de sus pedaleras de distorsión y Paul Simon ya no suena tan convincente como cuando cantaba Late in the Evening en el Central Park, allá por 1981, exactamente el 19 de septiembre.
Natalie Portman ya no supera a Julia Roberts en la película Closer, ni tampoco su canción, La hija del trompetista, es tan emocionante como cuando la cantaba Damien Rice.
Los jardines del Palacio de Oriente no reflejan la luz del sol como lo hacían antes; la calle Arenal no tiene el mismo bullicio; en el local árabe de la calle Huertas ya no trabaja aquella camarera tan guapa, la que te hablaba con la mirada; los conciertos siguen sonando mejor en el Palacio de los Deportes que en el Vistalegre, eso sí, pero también suenan peor allí que en Las Ventas y que en la sala Galileo.
Las púas con las que toco han cambiado su flexibilidad y cada vez se me escurren con más frecuencia.
Mandy Moore ya no parece tan inocente en las películas desde que me enamoré de ella y de su indefinida pulcritud...
...definitivamente, necesito coger un avión y aterrizar en el aeropuerto internacional de Oakland, alquilar un coche y llegar a Pleasanton, tomarme un batido en el Maui Wowi observando el parking del centro comercial del Amador Valley Boulevard, buscar desesperadamente a Mercedes y pedirle por favor que me toque alguna de sus canciones a la sombra del Conservatorio de las Flores, en el Golden Gate Park de San Francisco, algo como lo que vi hace ahora unos dos años, una de esas sentidas versiones de Across the Universe sobre la hierba recién cortada de California.
Mientras tanto sólo me queda tirarme desde lo alto de una montaña de ilusión, aletear con alas de esperanza, observar la amplia vista desde lo alto del tiempo y, a medida que se acerca el suelo, intentar planear para cambiar mi destino y averiguar a qué huele realmente el café cuando se toma con labios de felicidad.


Bueno, hoy es hoy y supongo que habrá sido uno de esos días tontos en los que me da por escribir mis desolaciones en un blog. Llegará mañana y quién sabe cómo sonará mi guitarra...

No hay comentarios:

Publicar un comentario