martes, 21 de septiembre de 2010

Wake me up when September ends

Ya lo decía Billy J: Despiértame cuando termine septiembre.
Septiembre es, probablemente, el mes más triste del año, desde el principio hasta el final. Es el mes en el que oficialmente acaban las vacaciones. Los niños regresan al colegio, los adolescentes al instituto, los adultos al trabajo... o al menos a la rutina. Los anuncios de la televisión ya te avisan de que viene el frío. Las tiendas de ropa ya han renovado su colección y todo es de manga larga, todo son tejidos calientes, todo son colores fríos. Los de Actimel te recuerdan que cogerás un resfriado si no tomas su yogur, los de El Corte Inglés te recuerdan que la lluvia mojará las calles para que compres sus botas de cuero y sus guantes de piel, Los de Frenadol te dicen que te quedes en casa porque fuera está lloviendo, Los de Carrefour te anuncian su material escolar, los de Oxford te anuncian esos cuadernos en los que escribirás lo que tanto te agobia cuando llegan los exámenes finales...  y por las noches vuelven las series juveniles como FoQ y los reportajes futbolísticos a todas horas.
La disciplina y las responsabilidades vuelven a invadir tu horario, el juicio de las demás personas empieza a influir más que de costumbre en tu comportamiento, ya no puedes echarte una siesta cuando te apetezca ni quedarte despierto hasta las seis de la mañana, porque si lo haces te quedarás dormido en clase y vuelta a empezar. Alomejor se altera hasta tu horiario intestinal, quién sabe. Alomejor tienes que empezar a cagar por la tarde porque por la mañana estás ocupado. Es una chorrada, pero si no la tienes en cuenta, las puedes pasar putas.
...pero la gente sigue buscando el placer instantáneo y no sabes cómo, pero consiguen sacar energías para organizar las quedadas del viernes y del sábado, cuando a ti lo único que te apetece es echarte en la cama y olvidarte de todo, tocar la guitarra, ver una película...  hasta que llega el domingo por la tarde, te pones a ver la tele o a hacer algo que se supone que debería divertirte, pero es domingo por la tarde y todo se vuelve gris, semana tras semana. Hagas lo que hagas, tendrás la sensación de que estás perdiendo el poco tiempo que te queda de fin de semana. Y ya si llueve o está nublado, apaga y vámonos.
El lunes por la mañana, en teoría es más traumático que el resto de los días, porque tienes que empezar de nuevo a levantarte a saber a qué hora macabra. El despertador te arrebata el plácido sueño que tenías y un cruel ataque de rutina te levanta de la cama de un salto para ir a un lugar en el que se supone que tienes que estar dando tu máximo rendimiento incluso antes de que haya salido el sol. Es algo antinatural. Empezar a trabajar antes que la propia naturaleza...  y cuando llega el mediodía resulta que llevas casi una jornada laboral cumplida y sólo tienes ganas de irte a dormir como si fuera de noche, pero aún queda una traumática tarde de horas interminables en la que no puedes dormir porque tienes que seguir trabajando, estudiar, realizar trabajos...  como si no hubieras rendido el suficiente número de horas.
Se te empiezan a hacer nudos en el estómago. Te miras al espejo sin ganas. Haces las cosas por hacer, porque hay que hacerlas, pero las haces sin ganas. Puede que haya días que te levantes con ánimo, con la motivación suficiente para convertir la rutina en algo lúdico y apetecible...  pero esos días son pocos y se suelen olvidar fácilmente. Aunque claro, se supone que hay que levantar el país y todos esos rollos...  pero yo me estoy planteando seriamente hacerme budista e irme al monte a vivir en paz con el silencio.

Pero bueno, siempre hay que pensar que estas cosas, que no nos gustan y nos mortifican tanto, son las que realmente nos enseñan algo valioso para nuestra vida, porque con ellas aprendemos cosas que no aprenderíamos si estuviéramos todo el tiempo disfrutando de lo que nos gusta.
Yo sólo lo digo, me quejo aquí en silencio, escribo mi sacrificio por la rutina, cada persona tiene el suyo...  y sinceramente no creo que se trate sólo de síndrome post-vacacional. Tiene que haber algo más, porque las estadísticas coinciden en que es septiembre, junto con octubre, el mes en el que hay más suicidios y más bajas laborales por depresión...  y eso no puede ser solo por el dichoso síndrome...
    y encima todo esto se junta con el amor...  con los flechazos por personas recién conocidas..  los típicos en personas que aún siguen casadas con la soledad...

1 comentario:

  1. Me resulta divertido leer este post y pensar totalmente lo contrario :P ya que soy de Argentina.
    Aca, en septiembre florece la primavera y falta poco para que termine el ciclo en el instituto.
    Me gusta tu blog y me gusta como plasmas ideas comunes para hacerlas interesantes y llevaderas :P
    Un saludo! Dana

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