jueves, 2 de diciembre de 2010

Luz, calor, esperanza, amor y soledad.

¿Es que no os vale con Mounier, ni con Nietzsche, ni con Hegel? ¿Es que en los libros no os explican suficiente historia, ideologías, filosofías y demás patrañas que ha inventado el hombre para defenderse de sí mismo?
No. Nunca ha sido suficiente, ni lo será.
Y a estas alturas de la madrugada no creo que haga falta ponerme a escribir enormes parrafadas para expresar el inconformismo, el cual considero generalizado, que existe respecto a TODO. ¿Es mejor la izquierda o la derecha? ¿Capitalismo, comunismo, democracia, autocracia, anarquía? ¿Paz, violencia, guerra, amor, respeto, racismo, proteccionismo, cultura, ignorancia?
Qué más da, si al final acabaremos todos muertos de la misma forma y lo único que necesitamos es buscar algo que nos haga más llevadero el paso por la vida.
Ninguna de las soluciones anteriormente enumeradas es mejor que otra. Todo depende del lugar de nacimiento de cada uno, de su posición social, de sus intereses y de su personalidad. No voy a defender ni a atacar ninguna. Yo me quedo con una mezcla entre John Lennon y Paul Simon. No necesito más. 
Vivo buscando películas que me emocionen, canciones que me hagan sentir algo especial, olores y perfumes que me recuerden lo que pretendo ser, besos que me acerquen al reflejo de mi deseo, miradas en las que ver el interior de mi alma, sonidos que oculten el ruido que hacen los gritos de mis desesperación, sexo que me aísle térmicamente del frío que gobierna el mundo y un poco de maquillaje por si alguien me ve llorar. Y ya si lo mezclo todo, me muero. No sé si de placer, de locura, de un ataque al corazón, de ceguera, de deshidratación, de asfixia o simplemente de pena.
Anda, mira! Vagando entre estupideces mal cohesionadas he llegado a un detalle que me gustaría aclarar. Al fin un poco de orden.
Muerte + yo = a tomar por culo todo.
Yo siempre he pensado que más allá de la muerte no hay nada. La persona deja de sentir, de pensar, de existir. Pasa de ser una persona a ser un montón de materia interte. Fin de la historia. Pero hace poco alguien me comentó algo muy llamativo, aparentemente simple, que me hizo replantearme algunos conceptos. Me dijo que la inmensa mayoría de las personas, ya seamos ateas, creyentes, o lo que sea, creemos, aunque no queramos, en alguna especie de trascendencia después de la muerte. Aunque no queramos aceptarlo, como es mi caso, creemos que cuando alguien cercano muere, no se va del todo. Que siempre quedará algo de esa persona en alguna parte, que nos ve, que nos ayuda, que nos quiere. ¿Desde dónde? Desde el cielo, desde el recuerdo..  cada uno como quiera verlo. Supongo que es algo meramente psicológico, algo natural que experimentan casitodos o una gran parte de los seres humanos. Y de hecho, aunque me cueste asumirlo, debo resignarme y reconocerlo. No creo en dios, ni en la reencarnación, ni en los espíritus, ni en el alma...  pero para mí también es así. Cuando alguien se va, no se va del todo. No sé en qué sentido, pero siempre queda algo. Especialmente cuando hay alguien que lo recuerde o lo aprecie.
Aunque para mí existe cierta manera, algo peculiar, no sólo de entender esto, sino de practicarlo. Tengo muertos, como casi todo el mundo. Se me han muerto amigos, familiares, o seres queridos. Algunos más queridos que otros, se han ido. Pero yo no les llevo flores y las pongo sobre una lápida. Nada de flores. Odio las flores. Las flores son para los vivios, para las novias, para el amor, para la felicidad.  Yo a los muertos les pongo otra cosa. A los muertos yo les pongo una vela. Pero no en mi casa. Camino por la noche a algún lugar significativo que tuviéramos en común esa persona y yo y enciendo una vela, que quedará encendida hasta apagarse. Les hablo, a veces sí, a veces no. Les echo de menos, siempre. Tengo la ilusión de que regresen a mi lado..   no. Ni la ilusión ni la esperanza, pero sí el deseo.
Y la gente puede pensar que esto es una gilipollez, que es una memez pensar en algo así. Que alguien que ha muerto vuelva a mi lado. Vale. Sí, puede ser una tontería, pero entonces no entiendo por qué la gente se emociona con películas en las que un actor, tras una larga trama, un estupendo guión y un papel impresionante, después de una hora y media de película, decide hablar con algún muerto o soltar un discurso por el estilo. Esas en las que muere alguien y vuelve desde el "más allá" y dice un par de frases emotivas a algún personaje. Si lo anterior fuesen tonterías, nadie se emocionaría con películas de ese estilo...   pondré un ejemplo claro: Cadena de favores. Cualquiera con un poco de sensibilidad habrá sentido un mínimo de emoción cuando muere el niño y toda la ciudad hace cola a las puertas de la casa para dejar una velita encendida a los pies de su madre, mientras el cabrón del director de la película se ensaña con nuestro corazoncito bombardeándonos con Calling all Angels a todo volumen, cantada por Jane Siberry mientras los cámaras enfocan a cada uno de los personajes.
Por eso y por lo expuesto anteriormente, una vez que yo muera, ya le he dicho a todo el mundo que no quiero que nadie me lleve flores a ningún sitio. Que yo lo que quiero son velas. Que dan más calor y más luz que las flores. Yo no lo veré ni lo sentiré, pero la persona que me deje una vela sí lo hará. Verá lo que he venido representando hasta el momento de mi muerte: luz, calor, esperanza, amor y soledad.
Dios mío, tengo que dejar a Nietzsche, o me acabaré volviendo loco, tanto o más que él.

De ahora en adelante espero tener madrugadas menos desastrosas y no martirizaros con esta clase de disquisiciones extrañas sobre el sentido de una vida vacía.

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